Autoregalo de reyes

"Cuando yo estaba en tercer grado, mi maestra pensaba que yo era anormal. Oí cómo se lo decía a los padres de una niña, fuera del aula, cuando me encontraba esperando a que terminara la clase de catecismo. A mí no me metían en aquella lección porque mi padre lo había prohibido, con la amenaza de ponerme en otra escuela. La hija de aquellos padres que miraban con arrobada piedad, se llamaba Lupe. Era muy buena y aplicada, era la excelencia anual del colegio y aquel año sus padres estaban preocupados porque sus notas habían bajado un poquito.

Ni sus padres ni la maestra podían saber que con Lupe, a quien yo amaba como un condenado, nos enredábamos en extensas discusiones espirituales cuyo meollo era la existencia o no de los tres reyes magos. Ella afirmaba que no existían, que eran nuestros padres, y yo, que no iba a la clase de religión, lo contrario.

Un buen ejemplo de cómo el hábito no hace al monje".

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(Silvio Rodríguez, 1992)